El niño con el pijama de rayas (2008)
Jose Manuel Jiménez (HL) | 30 de Septiembre de 2008 |
Me había contenido en distintas ocasiones de leer el libro y mira que algunos amigos han insistido hasta la saciedad.
Desde que conocí el proyecto cinematográfico no había querido saber nada de su argumento ni de su desenlace. Quizás me encontraba en desventaja con muchos espectadores que llenaban la sala en el prime time de la tarde de domingo y que conocían perfectamente el devenir de los acontecimientos, pero buscaba en cierto modo que la película me sorprendiera, y me fuera mostrando poco a poco todos y cada uno de los motivos que han hecho de la obra del irlandes John Boyne del mismo título una de los grandes bombazos literarios de los últimos tiempos.
‘El niño con el pijama de rayas‘, de Mark Herman, me deja un mal sabor de boca, y eso que me habían puesto un Vega Sicilia pero me lo han servido en vaso de plástico. Una maravillosa historia de amistad entre dos niños a través de una alambrada de un campo de concentración en la Alemania nazi y cuyo director no han sabido darle la emotividad necesaria para hacer de ella una obra redonda.
La película se deja ver en su conjunto, pero no deja de ser una muestra más de lo difícil y complicado que es trasladar a una sala cinematográfica una buena obra literaria en donde los detalles, la descripción y la imaginación del lector viajan sin límite alguno.
La cinta nos enseña a través de la amistad de dos niños y sus miradas inocentes la realidad de los campos de exterminio nazi y realiza una magnífica visión de la destrucción de la inocencia en toda una generación de niños que crecieron bajo una educación en la que todo era parabienes del régimen totalitario, trasladándonos a situaciones actuales que vistas desde lejos y desde nuestra perpectiva se nos hace dificultosamente entendibles.
La acción trascurre en el Berlín de 1942. Allí vive Bruno (Asa Butterfield), un jovencito de 8 años cuya vida transcurre entre juegos con sus amigos y libros de aventuras, ajeno a la situación bélica que vive su país y de la crueldad real del nazismo aunque su padre es oficial de las SS.
Su vida da un giro cuando su padre (David es ascendido y destinado al campo, a una supuesta granja agrícola. ATENCION SPOILER El inquieto y curioso Bruno descubre pronto que, en realidad, la granja es un campo de prisioneros, al que él mismo se escapa en secreto. Con la alambrada de por medio, se hace amigo de Shmuel (Jack Scanlon) , un chaval judío de su edad. FIN SPOILER.
Técnicamente la película está bastante conseguida, quizás con falta de ritmo en ciertos momentos pero con una cuidada y bien ambientada puesta en escena, una buena fotografía, un magnífico vestuario y una gran banda sonora que sin duda alguna engrandece algunos minutos de la obra.
En su contra, le falta emoción, le falta dramatismo que hace que no consiga situarse a la altura de sus predecesoras semejantes como ‘La vida es bella’ de Roberto Benigni o incluso ‘La Lista de Schinder’. ‘El niño con el pijama de rayas’ no logra tocar la fibra sensible del espectador y la ocasión lo merecía. También falla en no saber mostrar al espectador de forma más detallada lo más valioso de la película: la amistad entre dos niños inocentes a pesar de todo lo que sucede a su alrededor.
No obstante, la actuación de los pequeños es magnífica, tanto Butterfield como Scanlon demuestran que muchos niños tienen un don especial para la interpretación. En cuanto a David Thewlis, con un parecido impresionante con nuestro Fernando Fernán Gómez en su época de juventud, cumple notablemente en el papel de comandante de la S.S.
En definitiva una película recomendable a la vista de lo que nos ofrece actualmente nuestra cartelera, pero una ocasión perdida para hacer algo grande, el argumento se merecía algo más.
Por cierto, el filme está calificado para mayores de 7 años, un gran error el de la distribuidora. No creo que sea apta que la vean crios de una franja entre 7 y 14 años. Los niños deben ser niños, y su bendita inocencia y su curiosidad deben perdurar todo el tiempo que su naturaleza y su vida se lo permitan; de las guerras, los odios a las razas y demás gilipolleces ya nos ocupamos los mayores. Este largometraje es una magnífica prueba de ello.
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